jueves, 14 de enero de 2010

Sé feliz, sé libre, yo te amo.

Eso decía la pared de mi dormitorio cuando todavía usaba pañales. Desde ya, no fui una niña prodigio que sabía escribir, me hicieron así.
La libertad que a veces deseamos, es la misma por la que nos quejamos. Porque no siempre la libertad es sinónimo de felicidad. Necesitamos algunos límites, y si otro no se atreve a determinarlos, lo hacemos solos. Pero siempre existen. Un período que desbordó de altibajos –más bajos que altos- donde me reí hasta sentir dolor de panza, y lloré hasta tener los ojos hinchados.
Pasan cosas, y eso hace que mi vida a veces me dé vértigo. Sigo pensando que las cosas suceden porque creemos en ellas.
Este espacio hizo que me ría de mis propias gracias y desgracias, y que algunos se rían de mí. Porque nunca me molestó ser motivo de risa. Me hizo dar cuenta junto con mis amigas gordas, que no resistimos archivo, y que no importa cuantas sean y cuanto duren, sino, que siempre tengamos mariposas que nos motiven. Que nos motiven a enamorarnos, a ponernos una meta, a lograrla, a aceptar que esos objetivos no siempre se alcanzan, y que siempre alguien va a estar dándonos respiración boca a boca para a empezar otra vez.
Porque es mentira que las mariposas viven un día, y porque mi día todavía no terminó, yo sigo creyendo en que hay cosas que son para siempre


Con la libertad de decir y sentir sin pensar, mi pequeña amiga de seis años tuvo la certeza de escribir esto. Sin duda alguna, esta es la síntesis de lo que fue La Última Mariposa.





miércoles, 13 de enero de 2010

Sin fecha de vencimiento

Despúes de casi 9 años, sigue siendo mi preferida. 


Algunas cosas duran. Así pues sí!

martes, 12 de enero de 2010

Divan y vienen.




Intento con esfuerzo no responder por el otro. Las palabras tienen que salir, sino: tome un poco de agua, otro poco de aire y lárguelas.
Yo no hablo, vomito palabras. Más malo que bueno, pero satisfactorio muchas veces, por lo menos evito que salgan por otros medios, ya sean granos, o canas en un futuro.
¿Herencia freudiana?. Nosé, Ale siempre me dejó hablar cuando algo me pasaba. Muchas veces no pude empezar sin antes llorar. Llorá, soplate los mocos, y contame que pasó. Claro que siempre termina dándome la razón en -casi todo- soy su hija.
No soy una erudita del amor, ni cerca. Pero tengo la -puta costumbre- de preguntar lo que no quiero escuchar.
Aprendí una cosa nueva, "bárbaro" pasé de grado: lo que es fácil para mí, puede ser IMPOSIBLE para otros. 
Inducir al otro a decir lo que NO querés escuchar (porque ya tenés noción de eso) se asemeja a la costumbre oriental de la auto-flagelación.
Esperé 70 segundos para escuchar lo que no quería, comiéndome las uñas, y fumándome el último cigarrillo. Ridícula, esperaste un montón.
O quizá sí quería escucharlo y por eso lo pregunté. ¿El inconsciente es grandioso? No lo sé.

Terminó la sesión, son $400.


Me voy a fumar otro cigarrillo, las uñas... me las estoy dejando crecer.

lunes, 11 de enero de 2010

Uff.

"Después de todo, las computadoras se rompen, la gente se muere y las relaciones se terminan. Lo mejor que podemos hacer es respirar y reiniciar".
Carrie (Sex & the City)



sábado, 9 de enero de 2010

Un gusto habernos conocido.

¿Qué hace una mujer los diez minutos posteriores a cortar con un novio (por quinta vez)?. Nosé lo que hace, yo lloré con ruido, unos minutos. Después fui al baño. Seguí llorando otros minutos. Me lavé la cara, me vi en el espejo. Miré sobre el labatorio, vi una pinza de depilar, y decidí desquitarme con ellos. No quedó ni uno. Eso hace una mujer después que la dejan.
Igual, yo estoy bien eh... si, estoy bien, si, si, bien.


Gracias, una vez más.